Como buenos y fervorosos creyentes, hemos acudido al Centro Comercial esta mañana a preguntar cómo va el asunto del fin de los tiempos. A primera vista todo nos ha parecido como de costumbre: las salas llenas, la música -bendita sea- clamando impenitente por los altavoces, los fieles comulgando, los datáfonos echando humo... Todo en armonía y de acuerdo a la Ley Suprema. Ya nos íbamos a echar unos vinos cuando, al pasar frente al centro de los Testigos de Jehová, lo hemos encontrado abandonado, completamente vacío, es decir: sin un alma. Sólo el mensaje divino tantas veces repetido por ellos seguía rezando en el escaparate: "ÚLTIMOS DÍAS".
Ahora tenemos miedo de habernos confundido de religión justo en vísperas de la hecatombe. No sabemos dónde escondernos aunque nos consuela saber que el fin del mundo nos encontrará elegantemente vestidos y con todas nuestras deudas pagadas.
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