Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla que librar al corazón,
de ponerse cuerpo a tierra, bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria el poder de la razón
y ahora que ya no hay trincheras,
el combate es la escalera y el que trepe a lo más alto
pondrá a salvo su cabeza. Aunque se hunda en el asfalto
la belleza...
Míralos, como reptiles, al acecho de la presa,
negociando en cada mesa ideologías de ocasión;
siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre su parásita ambición.
Antes iban de profetas, ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza...
Y me hablaron de futuros, fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario acabaría en el pilón.
Y ahora que no quedan muros ya no somos tan iguales,
tanto vendes, tanto vales ¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza...
Pd: Luis Eduardo, ponte bueno.