Hoy celebro las aguas libres de mi reconducida energía con la lectura de este conmovedor pasaje extraído del Viaje a Portugal de José Saramago. Uno sabe de sobra que la verdad termina siempre aflorando por mucho que ladren, oscuros y viles, los enemigos de la libertad.
"Pero quien construyó realmente las Aguas Livres, y las pagó con su dinero, fue el pueblo de Lisboa. Así lo reconocía la lápida escrita en latín, entonces en el arco de la Rua das Amoreiras, y que rezaba así: "En el año de 1748, reinando el piadoso, feliz y magnánimo rey don Jôao V, el Senado y el pueblo de Lisboa, a costa del mismo pueblo y con gran satisfacción de él, introdujo en la ciudad las Aguas Livres deseadas por espacio de dos siglos, y esto por medio de perseverante trabajo de veinte años arrasando y perforando cerros en una extensión de nueve mil pasos". Era lo mínimo que se podía decir, y ni el orgulloso Joâo V se atrevió a negar la verdad.
No obstante, apenas veinticinco años después, por orden del Marqués de Pombal se mando picar la lápida "en término que no se conozca más la existencia de dichas inscripciones". Y en el lugar de la verdad fue autoritariamente colocado el engaño, el logro, el robo del esfuerzo popular. La nueva lápida, que el marqués aprobó, falsificaba así la historia: "Regulando don Joâo V, el mejor de los reyes, el bien público de Portugal, fueron introducidas en la ciudad, por acueductos solidísimos que durarán eternamente, y que forman un giro de nueve mil pasos, aguas salubérrimas, haciéndose esta obra con tolerable gasto público y sincero aplauso de todos. Año de 1748". Se falsificó todo, hasta la fecha. El viajero está convencido de que fue el peso de esta lápida lo que hizo caer a José de Carvalho e Melo en el infierno".
José Saramago, "Viaje a Portugal"