Un rasgo inequívoco de la polaridad que plantea la actual situación económica en España es el planteamiento impuesto por gobierno y demás poderes públicos al acuñar conceptos como "pasar página", "superar la crisis" o "reinventarse". Bajo estas consignas se busca trasladar a la población un cambio de actitud que pasa por el abandono de la queja y la protesta, la superación de las dificultades cotidianas, y la reinvención forzosa -revestida de un épico afán de emprendimiento- frente al derecho a ser, a seguir siendo, tal cual somos. En otras palabras: a renunciar a nuestros derechos y legítimas reclamaciones sociales en aras de una "calidad de vida" que, si bien se ha esfumado para siempre, no debe impedirnos ver la vida con optimismo, esperanza y buena disposición. Lo que popularmente se conoce como "virgencita, que me quede como estoy". Que siempre puede ser peor.
Así las cosas, desde el Órgano General de Propaganda (antes conocido como RTVE) se nos informa de la existencia del Instituto de la Felicidad, así, como suena. En La Noche en 24 horas, dos señores de amplia sonrisa y claro entusiasmo, el presidente del Instituto de la Felicidad, Carlos Chaguaceda y el cirujano y profesor en liderazgo, comunicación y creatividad, Mario Alonso Puig, nos cuentan las virtudes de abrazar la felicidad y dejar atrás "los malos pensamientos, la negatividad constante y la queja improductiva”, para lo cual no dudan en esgrimir las consignas de moda: “inteligencia emocional”, “coaching”, “crecimiento interior”, “talante emprendedor”… Es la palabrería del capitalismo, capaz de revestir de un incierto halo espiritual los estímulos y necesidades de mercado.
A medida que transcurre la entrevista-reportaje, comprendemos que la presencia de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría inaugurando el Spain Startups and Investor Summit (la feria de emprendedores que se celebra en Madrid y que contará con la presencia de eminentes divulgadores como el hostelero Kike Sarasola, la presidenta de la Comisión Europea ‘Startup Europe’, Neelie Kroes, al inversor y emprendedor de alta tecnología, Yossi Vardi, o el propio Mario Alonso Puig), no es simplemente una cuestión de protocolo sino una estrategia más de apoyo y promoción del nuevo modelo de mercado que se nos presenta. Se incide hasta la saciedad en las nuevas oportunidades generadas por la crisis, el horizonte de confianza de nuestra economía y lo importante que es estar preparados para responder con inteligencia y provecho ante el nuevo marco socioeconómico. No debe extrañarnos que el instituto que promueve dicho congreso pertenezca a la fundación Coca-Cola y se llame literalmente así: Instituto Coca Cola de la Felicidad. http://institutodelafelicidad.com/instituto. La chispa de la vida, vamos.
Los ciudadanos y ciudadanas que asisten incrédulos a este jolgorio de loas, sonrisas y frases impactantes se preguntarán, como me pregunto yo, de qué coño están hablando. Ante una sociedad “fracturada por el severo aumento de la desigualdad” (cito literalmente del informe de Cáritas presentado hoy mismo), en la que más de tres millones de personas viven con menos de 307 euros al mes, esgrimir públicamente un concepto tan subjetivo como el de felicidad implica invadir las estancias de la sostenibilidad económica bajo un prisma puramente mercantilista. No se nos habla, en realidad, de bienestar social, no se atienden razones de emergencia ni se trazan soluciones reales, antes al contrario, se propone –más bien se impone- a la ciudadanía la adaptación al nuevo panorama socioeconómico, con la “inevitable” pérdida de derechos fundamentales que estamos sufriendo y por los que tanto se ha luchado. Se nos fuerza a callar, a reprimir los síntomas de malestar, a adaptar nuestras necesidades calibrando las “nefastas” consecuencias del descontento, la insatisfacción, el ahogo y la penuria en la que tantos ciudadanos y ciudadanas españoles nos encontramos. Se trata, a todas luces, de una consigna ideológica disfrazada de desarrollo y crecimiento personal.
Más allá de esta intencionalidad ideológica, debe señalarse el concepto acuñado: “felicidad”. Sólo una sociedad abducida por el materialismo puede enarbolar una consigna semejante, con el peso moral que conlleva, y dar como sola respuesta la adaptación a un nuevo modelo de mercado todavía más injusto, más fiero y desigual. La respuesta viene a ser: baje usted la pendiente sonriendo. Y para ello, las claves del éxito han cambiado su vocabulario: “equilibrio”, “control”, “conocimiento”…
Una propuesta sin duda estimulante, un rayo de claridad y esperanza en un país que confiesa no saber leer la factura de la luz. Pronto seremos aún más los que, sin entenderla, no podamos pagarla. Por no hablar de cultura, sanidad, educación o justicia. Males menores, ajustes necesarios.
No sé a ustedes, pero a mí estos discursos sólo me provocan burbujas de indignación.
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