Un niño de cuatro años cae a la fosa de un gorila, este se apodera del pequeño y lo acoge en su seno. No obstante, alertado por los gritos del público, el simio zarandea a la criatura. Se trata de un raro ejemplar en peligro de extinción. El responsable del zoo debe tomar una decisión urgente y drástica: ordena sacrificar al primate de un certero disparo. Finalmente, al niño lo llevan al hospital y el gorila queda tendido sobre un reguero de sangre. Hasta aquí la noticia. Como siempre, el "sentido común" trata de imponer su lógica emocional, la empatía suprema hacia nuestra especie humana. Sin embargo no basta con sentir, como no basta con pensar. ¿Vale más una vida que otra? ¿Por qué? ¿Desde cuándo?
De la respuesta que demos a esta cuestión, dependerá nuestra clasificación biológica.
De la respuesta que demos a esta cuestión, dependerá nuestra clasificación biológica.
A veces, la mayoría de esas veces, cuando estoy frente a un "animal" y me devuelve la mirada, noble y tierna, se estremece algo dentro de mí, no se si llamarlo compasión, empatía, afinidad..., otras veces (todos los días), al cruzarme con las personas y mirarles, es un escalofrío lo que me recorre el cuerpo.
ResponderEliminarSerá esa parte animal que aún no he perdido.
Hermoso comentario. Lo suscribo plenamente.
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