Existen tantas maneras de leer un libro como sensibilidades a la hora de dar vida a los sueños, conceptos y emociones que éstos encierran. El libro, con su rudimentario formato y su compleja sencillez, ha acabado convirtiéndose por derecho propio en uno de los inventos definitivos de la Humanidad, al lado de la rueda, la palanca, la cuchara o la bicicleta. Pero más allá del valor intrínseco del libro como preciado objeto de culto, es la lectura, en cualquiera de los soportes que hoy se nos presenta, lo que distingue a todo aquel que -desconociendo tal vez la máxima de san Agustín- se asoma al bosque de la literatura para llegar a ser quien es realmente. Y es que, como bien sabía el viejo bardo americano Walt Whitman, los libros son mucho más que un montón de hojas cosidas y ordenadas, son una obra de amor: “Compañero, esto no es un libro, quien toca este libro toca a un hombre”.
En efecto, la lectura -cualquier lectura de la que seamos dueños conscientes- nos empareja al prójimo, nos hace mirarnos a nosotros mismos, abre en lo ignorado un mundo de significados nuevos y maravillosos, alumbra oscuridades y revela la claridad del mundo ordenando el laberinto interior en el que tantas veces buceamos sin obtener respuesta. Y lo hace sirviéndose de un sutil juego de espejos donde el lector se siente protagonista absoluto –héroe o dios, víctima o verdugo- para terminar siendo, en realidad, el creador de todo aquello que lee y recrea en base a su propia experiencia.
Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que el ejercicio de la lectura supone la más preciada herramienta de que disponemos para poner bajo sospecha, para cuestionar constantemente los mecanismos del poder, vale decir: la realidad que otros, inevitablemente, tratarán de hacernos ver y vivir. Así, cualquier lectura –pues un libro es todos los libros posibles- nos ha de conducir por el sendero del autoconocimiento y la superación constante de trabas, complejos y dificultades ejercitando nuestra capacidad para inventar “realidades alternativas”, necesarios desvíos al pensamiento único.
En base a esta motivación que hoy es el motor creativo de mi vida profesional, presenté en 2004 al Ayuntamiento de Trujillo el proyecto de creación de un Club de Lectura vinculado a la Biblioteca Municipal. Tras unos inicios algo dubitativos no exentos de dificultades técnicas pero contando siempre con el respaldo de un nutrido grupo de compañeros y compañeras, nuestra aventura en común echó a andar con la lectura de la novela “El cartero de Neruda” del escritor chileno Antonio Skármeta. Desde entonces hasta hoy, han sido exactamente 59 las obras leídas de manera individual durante la semana y abordadas cada miércoles, de seis a ocho de la tarde, por el grupo de amigos -ya confidentes- que hoy formamos el Club de Lectura de Trujillo. Más de 60 personas han formado parte del club en algún momento de nuestra andadura y hoy seguimos compartiendo el placer de la lectura en común, que es el placer de conocernos y celebrarnos como seres humanos: tan diferentes y tan iguales. Teatro, novela, poesía, ensayo… cualquier género es apropiado para lanzarnos de cabeza a la aventura del saber, descubriendo nuevos puntos de vista, opiniones contrarias, experiencias impensables… todo en un ambiente de respeto y compañerismo que es el valor añadido de nuestra actividad, el verdadero poso que ofrece la lectura.
Por fortuna, esto es algo que saben muy bien los diferentes responsables políticos que en los últimos años han tenido en sus manos la programación y gestión del fomento de la lectura, especialmente desde el Plan de Fomento de la Lectura, órgano dependiente de la Junta de Extremadura. Largo y nada fácil ha sido el camino recorrido para llegar a la realidad social que hoy representan los más de 138 clubes de lectura existentes en toda Extremadura. Talleres literarios, campañas de animación a la lectura, dinamización de clubes de lectura, cursos de formación para coordinadores, encuentros con autores y una más que notable red de lotes de libros son sólo algunas de las acciones que han hecho posible que nuestra región reaccione con valentía y entusiasmo ante el reto conjunto de superar de una de vez por todas los condicionamientos históricos que han dificultado durante décadas el acceso de la población a los libros.
Hoy es una realidad –y a mi modo de ver, un privilegio- que el mayor porcentaje de participación en los clubes de lectura corresponde, sin perjuicio de otras franjas de edad, a personas que sobrepasan los 60 años, hombres y mujeres dispuestos en ocasiones a superar ese bache histórico que los apartó de la escuela y de los libros y siempre generosos a la hora de compartir su experiencia de la vida y seguir aprendiendo.
Hemos podido comprobarlo en el reciente Encuentro de Clubes de Lectura celebrado precisamente en nuestra ciudad el pasado 17 de diciembre. Más de 250 personas provenientes de localidades repartidas a lo largo y ancho de nuestra región nos dimos cita en el Teatro Gabriel y Galán para compartir la pasión por los libros y la lectura y, entre otras actividades, mantener un encuentro con la novelista Elvira Lindo. Fue en el marco de este Encuentro donde la Consejera de Educación y Cultura Dña. Trinidad Nogales manifestó el reto que Extremadura tiene por delante: mantener y seguir dinamizando la cohesión social que representan los clubes de lectura y abordar los nuevos formatos y espacios de la lectura, con el libro electrónico llamando ya a nuestras puertas.
Un objetivo necesario que compartimos desde el esfuerzo común por hacer de Extremadura un referente en el ámbito de la lectura y los libros a nivel nacional. Para ello será necesario entender que el fomento del hábito lector pasa por hacer de las bibliotecas y la lectura una verdadera “fiesta de los libros” en la que todos y todas, (niños y niñas, padres y madres, abuelos y abuelas…) estamos llamados a escribir juntos las mejores páginas de nuestra vida en común, ésas que al cabo terminarán definiendo nuestra identidad cultural como personas, como pueblo y como país.
Se trata, en definitiva, de soñar y compartir nuestros sueños. Y esa aventura no podría ser más fascinante.
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