lunes, 6 de agosto de 2012

Olfateando vida en Marte

Primera imagen -óptima- enviada por el Curiosity desde Marte hoy mismo.

Al parecer ya estamos olisqueando la superficie marciana. Los científicos de la NASA lanzaron el pasado 26 de noviembre el explorador espacial Curiosity y éste se ha zampado en un suspiro -largo y contenido, eso sí- los 60 millones de kilómetros de distancia para posarse, ergonómico y triunfal, sobre la corteza roja (¿se dirá "amartizar"?). El caso es que a Chuty y a otros amigos de la Séptima Avenida Estelar esta nueva hazaña les maravilla y les llena de entusiasmo. Ya no sé cuántas veces habré visto la simulación de la dichosa cápsula y su robótico pasajero en el estudio de Mundos Virtuales. Me pregunto si no será también ésta vez todo virtual; el abordaje de Marte bien puede ser una ilusión mental comunitaria, una inducción más de nuestro inconsciente colectivo siempre ávido de aventuras y retos. Como decía mi abuela: qué sabemos acá. Lo único cierto es que nada lo es. Y si no, veamos. Hagamos una sencilla prueba. Una búsqueda rápida en Internet nos ofrecerá datos impensables (los sabemos pero no los conocemos) acerca de... pongamos por caso... la pobreza en el mundo. 

¿Es o no cierto que en el mundo desarrollado subsisten 1300 millones de personas por debajo de la línea de pobreza?  ¿Es o no cierto que hay 11 millones de personas en riesgo de pobreza extrema sólo en España? Las hay, pero no se las ve. Pues eso, "según", "depende", "tal vez... dicen los amigos de lo relativo (quizá mirando el Universo).

Está visto: al menor descuido de nuestra conciencia, lo cierto se vuelve relativo. 

Y es por esto que la realidad, que no tiene dueño, sí tiene inquilinos, huéspedes iracundos que no soportan la supremacía de lo objetivo ni la dictadura de lo empírico. Al menos mientras aquí, en la viejecita Tierra, no hayamos resuelto otros problemas mucho más acuciantes y que al menos a mí me llenan de vergüenza y me amargan -qué quieren, lo siento- mi pírrica porción de orgullo intergaláctico. Dirán algunos que es mezclar la velocidad con el tocino, y en efecto es eso: menos velocidad en la carrera espacial y más rapidez en la distribución de alimentos y de medios sanitarios en las múltiples regiones del planeta donde no se conoce el tocino. Tampoco el pan, el agua corriente o los Juegos Olímpicos, y mucho menos la posibilidad de enviar un robot a Marte para que eche unas cuantas fotos antes de convertirse en lujosa chatarra interestelar. Pero sobre todo allí donde no se concibe nuestro asombro e interés ante lo que a buen seguro supone un adelanto científico -y filosófico, decía alguien hoy- pero también la demostración palmaria de que nos gusta demasiado mirar a otra parte, siempre a otra parte.

Y yo, que me crié con la música de Bowie, qué quieren que les diga, ya no me fío ni de mi sombra. 




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