lunes, 15 de agosto de 2016

Comité Olímpico para la Mediocridad (COMED)

COMITÉ OLÍMPICO PARA LA MEDIOCRIDAD
(Real Federación Española)

¿Músico y escritor?
¿Periodista y actor?
¿Deportista y poeta?

Vayan eligiendo: una de las dos habilidades han de hacer mal.
Nadie brilla dos veces en la misma peana.

domingo, 14 de agosto de 2016

Deporte nacional

A mi lado, en la terraza, hay un señor que afirma que "Vicente del Bosque es un hijoputa". Lo sostiene con rotundidad, convencido de lo que dice, solícito a quien quiera escuchar su retahíla de improperios futbolísticos. Le molesta mi desinterés. Le decepciona, seguramente, que no me sume al linchamiento. Como esa señora que cruza al volver de la compra y con los brazos doblados por el peso, replica: "¡Y Casillas otro payaso!".

Es la endeble venganza de los de abajo: insultar calumniar, descalificar a los famosos. Pronto será deporte nacional. 

En vivo y en directo

Primero el cine se encargó de amansar nuestra retina. En la gran pantalla cobraron forma actos atroces nunca antes contemplados de manera simultánea por tantos millones de ojos. Por su parte, la televisión recreó con especial agudeza el instante cruento, la caída, el atropello, la cornada. Ahora internet nos ofrece su infinito arsenal de imágenes y audios: los segundos previos al impacto, la agonía de un padre y su hijo, el cuerpo del terrorista volando por los aires...

Lo observamos mientras comemos, tomando café con un amigo, durante la pausa del partido, en horario infantil, a cualquier hora. Lo miramos y remiramos impasibles, molestos incluso, con hartazgo, con cansancio, con asco. Nuestra mirada ha enfermado de tanta violencia, de tanto drama, de tanto tanto. Su voracidad conduce a la indigestión. Queremos cerrar los ojos pero no podemos. Lo inmedito nos sacude con un nuevo espanto. Miremos donde miremos, el horror se nos sirve crudo, espeluznante, repetido. Aunque logremos apartar la mirada seguimos viendo. El drama se alimenta ahora de nosotros. Encarnado en nosotros sale al mundo cada día exhibiendo ante los demás su tragedia cotidiana. Una cámara lo emite en vivo y en directo, en medio de anuncios.

El ahora

Un anuncio del libro de Etkhar Tolle: "El poder del AHORA. Pruébelo gratis por 30 días".

Pasado ese plazo, ya no es ahora sino después.

Blues del optimista

Yo envejezco, tu envejeces,
juntos tú y yo envejecemos.

Otros no envejecen, no envejecen más,
ya nunca envejecerán.

Bienvenido, siglo XIX

De un lado, quienes defienden la tortura animal en nombre de la Tradición.
Del otro, quienes defienden la integridad de las mujeres en nombre de los Derechos Humanos.
Por imposible que parezca, esto sucede en la España de hoy.

Bienvenido, siglo XIX.

Inteligencia artificial

Para bien y para mal, Google tiene su propia inteligencia: no recordaba el nombre de un conocido académico y solo tuve que escribir en el buscador: "académico catalán misógino".

Et voilá.

Una estrella más

Bajo la noche estrellada, contemplo largo rato el espléndido cielo. Es una suerte que exista un lugar donde nada importa nada. A veces, observando a los humanos, dan ganas de no existir. De ser, como estas, una estrella más, tan sólo materia de luz inexacta y fugitiva. El pensamiento perdido de alguien que no existe y no lo sabe.

Su envoltorio, gracias

"¡Publica un libro!", reza el anuncio.
Pero nadie hay que anime a escribirlo.
Menos aún a leerlo.

Los vendedores de envoltorios ya no saben qué inventar.

Gente seria

Recibí hace unos meses una carta de la Dirección General de Tráfico. Allí son gente seria, así que la abrí de inmediato. Me enviaban, renovado, el permiso de conducir. Durante la espera he cambiado de automóvil pero más vale tarde que nunca. Recuerdo que ya el examen médico para adquirirlo me resultó una patraña pseudo-científica: "Mire usted aquí y dele a la bola cuando crea que va a salir por ese otro lado". Cosas así. Como también eran gente seria, seguí las indicaciones sin rechistar. "Recibirá el carné en su casa -me dijeron- nosotros se lo mandamos hacer desde aquí". Setenta euros del ala, la broma. Y a esperar, ya digo, unos cuantos meses. Tanto, que he tenido tiempo de recordar varias veces el afilado sarcasmo de cierta empleada en la Jefatura de Tráfico de Badajoz. Servidor, contrariado, protestaba porque no aceptaban pagos en metálico. "Sólo tarjetas", esgrimía ella señalando un folio pegado a la pared y deslizando el datáfono bajo la mampara. Cosa seria -pensé- esto de la banca al servicio de la ley. "Los dos puntos que ha perdido puede usted recuperarlos haciendo un cursillo. Si no lo hace, en dos años se le renuevan automáticamente". Salí de allí agradecido por la seriedad de nuestros servidores públicos.

Ya casi había olvidado el asunto cuando recibí la carta de la Dirección General de Tráfico. En ella, su directora me advertía amablemente de lo importante que es conducir de un modo responsable. "En la carretera como en la vida", venía a decir. Fue entonces cuando dieron la noticia por televisión. Y ya nunca más dudé de la poca seriedad de la gente seria.

sábado, 13 de agosto de 2016

Abel

Se cumplen ya diez años de tu muerte.
Bien sé que no te olvidan, que te lloran
aquellos que te amaron y te aman.

También en mí clama incisivo el dolor,
el corazón se resiente y protesta.
Un áspero velo nubla mis ojos.

Pero llorar de más a nadie salva.
Nada cambia llorar como quien niega.
¿Acaso fuera justa esta condena?

¿Qué sabemos, atados por lo humano
a débiles pasiones, a naufragios
del alma, si existe un destino más alto?

Óyeme bien, mi fiel amigo, es hora
de bendecir tu vida y celebrarte.
Nos dimos amor siempre y no lo olvido.

Allí donde la infancia se alargaba
tu voz fue mi cobijo en la tormenta,
libres al fin y alegres, compartimos

juegos, terrores, mutuas confidencias,
y esa mirada nueva, siempre limpia.
Pura y generosa fue nuestra lealtad.

A ella ofrezco tu memoria y mi alegría.
Alto es el don que la amistad ofrece
y allá donde estés mi ser te bendice.

Por ti renuncio a la soberbia del llanto,
evito la muda afectación del verso
y renuevo, Abel, hermano, mi promesa.

Siempre aunque estés lejos te acompaño.
En mí, alegre siempre, yo te llevo.