domingo, 25 de septiembre de 2016

A vueltas con la belleza




Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla que librar al corazón,
de ponerse cuerpo a tierra, bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria el poder de la razón
y ahora que ya no hay trincheras,
el combate es la escalera y el que trepe a lo más alto
pondrá a salvo su cabeza. Aunque se hunda en el asfalto
la belleza...

Míralos, como reptiles, al acecho de la presa,
negociando en cada mesa ideologías de ocasión;
siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre su parásita ambición.
Antes iban de profetas, ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza... 

Y me hablaron de futuros, fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario acabaría en el pilón.
Y ahora que no quedan muros ya no somos tan iguales,
tanto vendes, tanto vales ¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza...


Pd: Luis Eduardo, ponte bueno.

Amigo Mahmud

Bajo las sombras del día tu piel yace cubierta por la sal del verano. Alejado de todos, buscas al amigo que dispute al tiempo unas horas de vibrante armonía. Cuando por fin lo encuentras, lo reconoces de inmediato:

“Guárdate –me dijiste- de los que nunca se cansan y abusan de las explicaciones. Son capaces de disecar una flor para deconstruir su perfume, de explicarle a un enamorado que los besos transmiten infecciones. Capaces de condenarte por una metáfora y por dejar que la imaginación sea libre. Para ellos, la belleza es un insulto, la verdadera poesía cívica ha de ser fea, y esa ausencia tuya de ahora tal vez les prive… ¡de razones para vivir!”

De repente calla el amigo a tu lado y cierras el libro donde aún centellean sus palabras. Abrazas la solidaria cadencia de su nombre en la contraportada: 

Mahmud Darwix, nacido el 13 de marzo de 1941 en Birwa, aldea cercana a Acre, en la Palestina del mandato británico. (…) Considerado un referente fundamental en la poesía árabe del siglo XX, es el poeta árabe más leído y traducido…”. No te fíes de las solapas -te susurra, cómplice- es fácil exagerar. Sonríes. Vas a decirle que no, que en su caso está más que justificado... pero caes en la cuenta de que estás solo, completamente solo y perdido como una piel cubierta por la sal del verano. Vuelves la mirada al libro: “Falleció en Houston (EEUU) el 9 de agosto de 2008”.

La tarde se ahoga en la flamante calima. Se atisba ya el veranillo de San Miguel.

Contra el tirano

¿Para qué sirve la poesía? ¿Qué utilidad pueden tener unos versos en esta época de disfraces y emperadores? Una vez más es la poesía quien acude en mi ayuda:


CONTRA EL TIRANO

Escribió un libro entero contra el tirano.
Quinientas páginas de epigramas hirientes y prosa ácida
Inflamada por el más noble afán de justicia.

Documentó sus crímenes atroces,
Su poder tenebroso, su corrupción
Y el final desamparo de todo autócrata.

Esperó la condena a muerte,
La tortura, la cárcel o el destierro.
Pero al tirano le fascinó la invectiva.
Nada la agradó tanto como el revés de la trama.
Leyó bajo tanto odio la admiración,
En el tono indignado la voz de un cómplice.

Y lo nombró su secretario perpetuo
Y el redactor de sus edictos monstruosos.


José Emilio Pacheco, "Como la lluvia" (2009)

Sabia respuesta

En el informativo de turno tratan de convencernos de que los españoles somos cada vez más coquetos y de que la nueva tendencia, refrendada por el nuevo rey, es lucir barba. La cámara enfoca entonces a una joven pareja que pasea por la calle y pregunta a la chica: ¿A ti te gusta más tu chico con barba o sin ella? A lo que ella responde: "A mí me gusta él".

A preguntas estúpidas, respuestas sabias.

Lenguaje político

En el lenguaje político, "agradecer los servicios prestados durante toda una vida de servicio a la democracia" significa, en realidad, "quitadme a este fracasado de enmedio".
Y así todo.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Fiestas patronales

Con qué primor se visten los jóvenes del pueblo.
Con qué pasión acuden puntuales a su misa.
Con qué fervor levantan el palio a su patrona.
Con qué vehemencia cuentan y olvidan sus pecados.
Con qué premura corren ya todos a la plaza.
Con qué impaciencia gritan que empiece la verbena.
Con qué pericia compran bebidas y sustancias.
Con qué ansiedad esnifan y beben mientras bailan.
Con qué rigor se enfrentan, bravucones, entre sí.
Con qué brutal destreza torturan al novillo.
Con qué violencia arrastran y violan a la chica.
Con qué alegría comparten sus hazañas en la Red.




Pequeño vals vienés

 

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
        ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
        ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
        ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
        ¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

Federico García Lorca.
Música: Leonard Cohen.