Me he vuelto pobre. Me he vuelto
pobre a plazos, ciertamente, pero pobre de remate, este país es una mierda.
¿Que cómo lo sé? La respuesta a ambas afirmaciones está ahí delante, en el
escaparate. Es el grueso tomo con la poesía completa de Yorgos Seferis. Antes,
ni había que pensarlo, era entrar y zas, a la mochila: dos y tres libros cada
semana. María me mimaba permitiéndome devolver aquellos que tenía repetidos o
en otras ediciones. Ahora ese libro que tanto necesito -pues sin duda fue
escrito para mí- permanecerá en el escaparate hasta que un idiota menos pobre
que yo (pero pobre al fin y al cabo) pase sus dedazos por la página donde el
poema me aguardaba, y lo lea, y lo
celebre, antes de volver a dejar el tomo en su sitio. Una anodina mañana de
sábado María lo retirará y al lunes siguiente será devuelto a la distribuidora.
Hay otras necesidades, otras necesidades... grita mi conciencia. Este país es
una mierda, no sé si ya lo he dicho. Me he comprado un bonito jersey que no
pienso ponerme.
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