Para María Contel Comenge.
Tres "Wilson" representan a la perfección todo lo que la música rock significa para mí.
1. EL FEELING. El primero, JACKIE WILSON, fue un extraordinario cantante de soul, la mejor voz que he oído jamás. Timbre, tesitura, color y una facultad asombrosa para afrontar cualquier estilo, incluido el operístico, lo sitúan en el Olimpo de mis cantantes favoritos. Admirado y querido por el mismo Elvis, Wilson murió trágicamente en 1984, después de que una estrepitosa caída mientras actuaba lo dejara en coma durante cuatro años.
2. LA HONESTIDAD. El segundo es BRIAN WILSON, sempiterno genio a la sombra de McCartney que, tras revolucionar la música popular al frente de los Beach Boys y emprender su particular travesía del desierto renació en los 80 con una carrera en solitario que tira de espaldas. A Wilson no sólo le debemos esas maravillosas armonías vocales y la obra maestra que es Pet Sounds. Su monumental disco "Smile" (iniciado en 1966 y publicado en 2005, ahí es nada) es una obra de arte sin paliativos. También su lectura del universo de Gershwin. El resto, pepitas de puro pop fundido en oro.
3. EL SONIDO. La tecera W corresponde a STEVEN WILSON. El genio de la escena progresiva de las dos últimas décadas (Porcupine Tree, Blackfield, No-Man...) sigue revolucionando todo lo que toca. Cinco discos en solitario, a cual más brillante, lo han situado en un lugar privilegiado, libre ya de ataduras y sin límites creativos. En sus ratos libres aún saca tiempo para remasterizar obras legendarias de King Crimson, Jethro Tull, Camel, Tears for fears, Rush o Simple Minds. La densidad del sonido es una constante que emana en todo lo que toca este hombre, y el mejor regalo que cualquier amante de la música puede recibir.
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