Entre el dolor y el sacrificio que postulan las religiones y el placer y el capricho que ofrece el consumismo -esa otra religión-, sólo nos queda conducir nuestros pasos sabiendo, o al menos sospechando, que no hay ningún privilegio en sufrir ni consuelo en la abundancia. A uno y otro lado sólo emperadores desnudos y muchedumbre aplaudiendo.
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