Al cabo del día, gobernando o vencido, llegar a la cama como quien regresa de tierra incógnita. Haber atravesado lugares, palabras, rostros, con infranqueable alegría. Pues allí donde el azar nos quiso fieles, soldadesca humilde y bárbara arrasando la vida, cada instante fue debidamente amado, cada encuentro fue gozado, sufrido y olvidado en pocas horas. Y sólo entonces -extenuados músculos, pensamiento a la deriva- encaminarnos al origen de un nuevo destino aún por escribirse. Hasta llegar aquí, a la espesura del sueño por donde ahora avanza mi cuerpo inerme, mientras el alma, ya en guardia, anuncia la próxima aventura.
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